Lo mío con Berlusconi es algo personal, no solamente político. Los actuales escándalos de las "escort" no nos pueden hacer olvidar asuntos mayores, como el vergonzante monopolio de la comunicación en Italia o la persecución que el pueblo gitano sufre en ese país bajo las manos de la máquina de ganar elecciones. Hace poco escuché a Luís Antonio de Villena lamentarse por cómo había cambiado Italia: en los años 60 era la Meca de la modernidad, un país donde el cine, la música, la literatura y, pásmense, ¡la política! eran un modelo para toda Europa.
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